A mediados de los 80, la empresa atraviesa una crisis de la mano de su competidor Reebok, esta se superaría gracias a la contratación en 1985 del novato sensación de baloncesto llamado Michael Jordan que llevará a la marca a cotas de mercado inéditas hasta la fecha a costa de ganarse repetidas multas de la NBA por volar sus normas de indumentaria. Su vuelta a la capital de España no convenció de inicio a una afición que en sus primeros partidos en el Metropolitano le recibió con música de viento y algún que otro insulto por parte de un sector de la grada.