Pero el fútbol ganaría la partida, ya que meses después lo invitaron a participar en duelo entre los liceos de Quilpué y Quillota, el que marcaría para siempre su destino. Corría el primer semestre de 1977 y el joven Patricio Yáñez, de 16 años, disfrutaba como cualquier colegial de los tiempos de juventud, Le gustaba mucho hacer deporte, principalmente el fútbol aunque también el atletismo. Razones para triunfar le sobraban: potencia física inusual para el medio nacional, velocidad imparable y habilidad con y sin balón, Por eso, su consagración fue tan rápida como sus corridas por la punta derecha y en pocos meses pasó a la Roja de todos, donde brilló con luces propias, pese a su juventud.